Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 30 de diciembre de 1870
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Olózaga
Número y páginas del Diario de Sesiones: 331, 9.558
Tema: Voto de gracias al Regente

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Señores Diputados, el Gobierno no tiene que añadir ni una sola palabra a las muy elocuentes y sentidas que con aplauso de la Cámara acaba de pronunciar el Sr. Olózaga. Bástale al Gobierno adherirse, como se adhiere de todo corazón, al pensamiento que envuelve la patriótica proposición que nos está ocupando en estos momentos.

El Rey elegido por las Cortes Constituyentes ha tocado ya en territorio español, y se dispone a venir a Madrid. Dentro de poco habrá prestado juramento a la Constitución del Estado ante las Cortes Constituyentes, e irá a ocupar el Palacio Real. En estos momentos, señores, justo es que digamos algunas palabras de gratitud y de cariño al que tan bien ha sabido cumplir los altísimos deberes que lo estaban encomendados como primer magistrado de la Nación española.

El Regente del Reino, señores, ha merecido bien de la Patria. Como general de la revolución primero; como Presidente del Gobierno provisional después; como Jefe del Poder ejecutivo más tarde, y por último, como Regente del Reino, se ha conducido, Sres. Diputados, con tanta lealtad, con tal patriotismo, con tan grande abnegación que España no podrá nunca agradecérselo bastante, y la historia le señalará en el porvenir como modelo en el cumplimiento de los deberes que al primer magistrado de la Nación están encomendados en los países regidos por instituciones representativas.

En estos momentos, Sres. Diputados, de noble satisfacción, que noble es la satisfacción que se siente al premiar servicios eminentes a la Patria; en estos momentos, señores, permitidme que recuerde también el dolor de que el Gobierno está poseído al no ver a su lado al ciudadano ilustre que con el Duque de la Torre ha venido compartiendo la lealtad, el patriotismo, la abnegación con que se ha podido salvar este período de difíciles complicaciones y de terribles circunstancias que ha atravesado, complicaciones capaces de envolver a otros países que pasan por muy civilizados y que se consideran fuertemente cimentados, en las ruinas horribles de la anarquía.

No es fácil, señores, en estos momentos solemnes, al ocuparnos del Duque de la Torre, olvidar al ilustre compañero que con él ha sabido llevar a feliz término esta larga y penosa tarea; no es fácil a todos los Sres. Diputados olvidar en estos momentos de expansión al amigo querido, que feliz en el seno de su familia, que sobrado de riquezas para pasar una vida sin privaciones, ha sabido, señores, sacrificarlo todo al bienestar de sus conciudadanos, y ha arrostrado con tranquila frente, con resignación noble, penalidades sin cuento, sacrificios inmensos, y que después de cien combates, en los cuales ha salido salvada su vida con gloria de la Nación, se ve expuesto a ser víctima de unos asesinos en la oscuridad de la noche, que esperan para asestarle sus tiros al volver de una esquina.

Permitidme, Sres. Diputados, que no diga más sobre esto: estoy afectado, porque no puedo olvidar la lealtad con que ha servido a su Patria, el patriotismo con que se ha conducido toda su vida y el bien inmenso que ha hecho a su país en estos dos años de revolución el que ahora yace en el lecho del dolor.

Yo no he de contestar a algunas de las apreciaciones políticas que ha hecho el Sr. Olózaga; solo lo dirá que en satisfacción de los deseos de S.S., que son sin duda los deseos del país, el Gobierno está resuelto a dejar abierta anchurosa puerta a las libertades, tan anchurosa puerta, que no dé motivo de recelo a las fracciones más radicales dentro de la revolución, pero a cerrarla herméticamente a la licencia, para no dar motivo de disgusto a las clases más conservadoras dentro de la libertad.

Así, Sres. Diputados, sin excluir a nadie, porque verdaderamente todos estamos comprometidos en la revolución de Septiembre, que es la regeneración de la Patria, se quedarán a un lado los que no se avengan bien con el orden y los que no se avengan bien con la libertad, y ni los unos ni los otros podremos marchar a constituir el gran partido de la regeneración de la Patria, que dividido después en otros dos, uno conservador y otro progresivo, vendrán a constituir los dos elementos indispensables para la marcha regular de las naciones regidas constitucionalmente; que adversarios, pero no enemigos, estarán siempre dispuestos a fundirse en uno solo cuando peligren las instituciones de la Patria o los altos intereses de la sociedad, para volver después a separarse levantando cada cual su bandera así que los peligros hayan sido destruidos.

Así, y solo así, Sres. Diputados, podremos salvar la revolución de Septiembre, podremos salvar la libertad, podremos salvar la Nación española.

Concluyo, señores, rogándoos que toméis en consideración la proposición que tan brillantemente y con palabras tan sentidas ha apoyado mi ilustre amigo el señor 0lózaga.



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